Viuda y madre de una gran familia, Doña Damiana encarna la fuerza silenciosa de tantas mujeres que, como ella, llegaron de los pequeños poblados de la Puna jujeña en busca de un futuro mejor. Hoy, desde su hogar en el barrio Alto Molino, su casa es un santuario lleno de imágenes sagradas, un rincón de paz que construyó con sus propias manos como un eterno agradecimiento. Su devoción se siente en cada rincón, en cada imagen que la acompaña, y en el ejemplo que da a su comunidad.
Su historia como peregrina nació hace años, cuando decidió caminar junto a una de sus hijas en Tolar Grande. Desde ese día, su promesa se ha renovado año tras año, sumando más de 350 kilómetros a su ya largo camino de vida. Su presencia se ha vuelto un símbolo, un faro de fortaleza para los caminantes que, agotados por la travesía, encuentran en su voz un refugio de esperanza. Doña Damiana, con su figura humilde y su cruz penitencial, es el alma de la Peregrinación, un rostro que se ha vuelto inseparable de esta travesía sagrada.
Que el Señor y la Virgen del Milagro sigan iluminando su camino, para que su fortaleza, sus rezos y su ejemplo de perseverancia sigan inspirando a las futuras generaciones de peregrinos.