Los ejemplares tienen lesiones irreversibles que impiden su reinserción en la naturaleza.
El Ministerio de Energía y Ambiente, a través de la Dirección de Biodiversidad y Ecoparque, recibió a dos ejemplares adultos de cóndor andino (Vultur gryphus) provenientes de Salta.
Ambos habían sido rescatados en diferentes momentos y rehabilitados en Buenos Aires en las instalaciones de la Fundación Temaikén, pero debido a las secuelas irreversibles de sus lesiones, no pudieron ser liberados nuevamente en su hábitat. Por eso, los ejemplares fueron incorporados al programa de cría en aislamiento humano que se desarrolla en el Centro de Rescate de la Fundación S.O.S. Acción Salvaje en San Carlos.
El traslado, autorizado en el marco del Programa Nacional de Conservación del Cóndor Andino y gestionado por la Fundación Bioandina Argentina, se concretó con la participación activa de organismos públicos y organizaciones conservacionistas.
Los ejemplares fueron trasladados en avión y, tras su recepción por personal del Departamento de Fauna Silvestre, fueron trasladados a un recinto especialmente acondicionado, aislado del contacto humano, con sistema de monitoreo por cámaras y una caja nido para favorecer la reproducción controlada.
Una especie central para la biodiversidad
“El cóndor andino es una de las especies más representativas de la cordillera y cumple un rol ecológico fundamental como carroñero”, destacó el jefe de Fauna, Adrián Gorrindo.
En Mendoza, además de su importancia ecológica, el cóndor tiene un profundo valor simbólico y cultural.
Actualmente, esta especie se encuentra catalogada como “amenazada” en Argentina y “vulnerable” a nivel global. Entre las principales amenazas se destacan:
- Uso de cebos tóxicos, principal causa de mortalidad, como sucedió en 2018 en Los Molles, Malargüe, donde murieron 34 cóndores por envenenamiento.
- Caza ilegal y contaminación por plomo, derivada de la ingestión de restos de animales cazados.
- Baja tasa reproductiva, ya que cada pareja cría una sola vez cada dos o tres años, dificultando la recuperación poblacional.
El cóndor andino no solo es un símbolo cultural sino también un pilar ecológico. Su rol como carroñero exclusivo lo convierte en un regulador de la sanidad ambiental. Al alimentarse de cadáveres, evita la proliferación de patógenos, regula poblaciones de otros carroñeros y facilita la liberación de nutrientes que enriquecen el suelo, favoreciendo la biodiversidad. Además, su presencia es un valioso bioindicador de la salud del ecosistema.
Con la incorporación de estos dos ejemplares al programa de cría en aislamiento humano, Mendoza renueva su compromiso con la conservación de la especie, aportando a la recuperación poblacional del cóndor andino.