Sofía decidió no mirar para un costado y se involucró. Una comida, una charla y “un fuego en el pecho” fueron clave para cambiarle la vida a un joven de 23 años.
Hay una leyenda asiática que dice que existe un hilo rojo invisible conecta a aquellas personas destinadas a conocerse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. Exactamente no fue un hilo rojo sino más bien “un fuego en el pecho” el que unió a Sofía y a Mario.
La necesidad imperiosa, en tiempos de individualismo, de mirar hacia un costado, de involucrarse y no pasar de largo. De tener empatía y de entender que hay un otro más allá del hombro. Sofi había decidido no mirar para otro lado. Estaba en una etapa en la que necesitaba una señal, un punto a favor, una muestra divina, de Dios, que la haga entender por dónde ir.
Y la señal fue clara. Un día, luego de salir de unas prácticas, vio a un joven durmiendo en la calle y sintió que había algo que le decía “volvé”. Y lo hizo. Le llevó un plato de comida, una manta y sus dos orejas para escuchar lo que quizás tanta gente que pasó por al lado había decidido no escuchar.
Su accionar fue clave y su curiosidad el motor para que pocos días después, ese chico que dormía en la calle se reencuentre con su familia a la cual no veía desde hace dos años.
Una señal de fuego
Sofía vive en Salta, estudia la carrera de recursos humanos y está realizando pasantías para salir al mundo laboral. Va y viene en transporte público y ese fue el punto clave para el inicio de la historia.
“Pasé por Ciudad Judicial en plena hora pico, donde está lleno de gente entrando y saliendo de las oficinas. Pasé rápido en el colectivo y él estaba tirado en la entrada, tapado con un pedazo de tela celeste. Me impacto tanto la imagen de él que sentí un calor en el pecho y algo me decía que vuelva”, detalló la joven en diálogo con TN.