Nació con una malformación en la columna, pero eso no le impidió alcanzar sus sueños
Los Juegos Paralímpicos se configuran como un escenario donde no solo se congregan los deportistas más destacados de cada disciplina, sino también en una plataforma para dar voz a sus impactantes relatos de resiliencia. Más allá de las medallas y los récords, estos competidores representan una serie de triunfos personales forjados a través de la lucha y el compromiso constante frente a los retos que impone su realidad física.
Cada atleta, con su participación en estos juegos, encarna la valentía y la tenacidad que les ha permitido sobrepasar las barreras de su entorno, convirtiéndose en una fuente de inspiración y en un símbolo de lo que se puede alcanzar con determinación, independientemente de las circunstancias.
Elías Romero será uno de los representantes de la delegación argentina que intentará dejar el país en lo más alto. Con 24 años, el oriundo del barrio San Alberto (Isidro Casanova) habló con Infobae sobre su infancia, la cual estuvo atravesada por una malformación en la columna denominada Mielomeningocele, que no le impidió alcanzar su máximo sueño: el de ponerse la camiseta argentina en uno de los torneos internacionales más importantes a nivel mundial.
“De chiquito la luchamos bastante junto a mi mamá, mientras mi papá trabajaba todo el día. Fue difícil mi infancia, estábamos a full y teníamos que andar de un médico a otro. Cada 2 o 3 meses tenía que acudir al médico para hacerme controles por mi discapacidad”, señala Elías, que desde su nacimiento presentó problemas en la columna vertebral y en las piernas, los cuales derivaron en años de sesiones de rehabilitación en kinesiología.
“A los siete años arranqué a jugar Tenis de mesa y, en el medio, iba a la escuela y hacía kinesio. Fue difícil, principalmente por el transporte. Pasé por muchos obstáculos desde chico al tener que ir y venir para todos lados. Yo vivo en un barrio de emergencia y, por ejemplo, los colectivos en su mayoría no estaban adaptados, cosa que ahora sí. Afortunadamente, nunca tuve problemas en la escuela: me hicieron una rampa y mis compañeros siempre me incluyeron y se portaron bien conmigo”, reconoce al recordar cómo fueron sus primeros años acompañado por su discapacidad..
Así como la mayoría de los atletas que representan a su país en los Paralímpicos, Elías encontró en el deporte una motivación, pero el Tenis de Mesa no fue amor a primera vista: “Me gustaba mucho el básquet, pero nunca llegaba al aro y me frustraba, porque era petiso. Entonces dije: ´Bueno, voy a probar con tenis de mesa’”, bromea. “Me gustó. Mis viejos me llevaban a la tarde o a veces coincidía con un señor que justo era de mi barrio y compartíamos remis”.
Como si ya estuviera escrito en su destino, Elías cambió de disciplina, comenzó a jugar en el CeDiMa (Centro de Discapacitados de La Matanza) y sorprendió a todos con su destreza: “A los 8 o 9 años ya me decian que iba a tener futuro”.
Ni los transportes, ni el clima, ni las malas condiciones de las superficies que debía transitar con su silla de ruedas al ir y venir de un lado a otro con 12 años pudieron hacer que se rindiera. En medio de la rutina semanal de ir al colegio y a kinesiología, la constancia de entrenar lunes, miércoles y viernes finalmente rindió sus frutos.
“A los 13 tuve la posibilidad de clasificar a los Juegos Parapanamericanos juveniles acá en Buenos Aires y ese fue mi primer torneo Internacional”, detalla antes de contar una anécdota que, 10 años después, todavía recuerda con una sonrisa: “Desde mi ignorancia de chiquito decía: ‘¡Uh, ojalá me den la ropa de fútbol como a la Selección. Es re linda’. Y cuando me dieron la ropa para ese evento me puse re contento porque, a pesar de que era diferente, empecé a sentir lo que es representar los colores y la bandera de mi país. Fue una motivación barbara y me impulsó a seguir creciendo”.
A partir de ese momento, Elías no paró de escalar y conseguir grandes logros: Su primera convocatoria a la Selección de mayores en 2014, el campeonato juvenil en Brasil 2017, su debut en un Mundial, nuevas medallas en los Parapanamericanos de Lima 2019, hasta finalmente llegar a disputar sus primeros Juegos Paralímpicos en París tras consagrarse en los Parapanamericanos de Santiago 2023.
Pero más allá de las alegrías relacionadas a lo competitivo, Elías encontró en el deporte una herramienta de motivación a nivel personal: “El deporte en mi vida es casi todo. Primero mi familia, después el deporte. No sé qué podría haber sido de mí sin en él. Me dio independencia, amigos, me enseñó del compañerismo. No me arrepiento de nada”.
Si bien el sueño de Elias Romero es darle una medalla de oro a Argentina en tierras francesas, su principal objetivo es seguir ascendiendo en el ranking y medirse contra los mejores: “Hay un alemán que es muy bueno y está dos o tres escalones más arriba. Hay un noruego también que ojalá me toque jugar contra él porque la última vez que lo enfrenté fue en 2017, hoy estoy en otro nivel y le podría dar más pelea”.
En cada palabra que sale de su boca se puede sentir la emoción y felicidad de haber alcanzado lo que él más deseaba a nivel deportivo, sin embargo, al consultarle sobre cuál fue el logro que más lo marcó en los últimos años, Elías lanza una última respuesta a corazón abierto y repleto de orgullo.
“La verdad que… capaz es una boludez, pero aprender a manejar. Poder manejar”, afirma con entusiasmo: “Era lo último que me faltaba para poder independizarme del todo. Eso me da más movimiento y me permite ir solo a cualquier lado sin depender de un colectivo o alguien que me lleve en la silla. Fue un logro muy grande que pude alcanzar y una de las mejores cosas que aprendí durante la pandemia”.